Por Juanpablo Barrantes
Leader’s approach
Qué tienen en común Korea del Norte, Siria, Cuba, Nicaragua, Zimbabwe y Venezuela? La lista de atributos que tienen en común estas naciones es tan larga como desafortunada: gobiernos populistas y totalitarios, corrupción, injusticia, inseguridad civil y jurídica, violencia, inestabilidad social y política, desempleo y migración inmanejables, aislamiento internacional, pobre inversión social y educativa, la lista de desgracias podría extenderse aún mas... Al momento en el que decido escribir este artículo, la suma de las poblaciones de estas 6 naciones ronda los 110 millones de personas. Son 110 millones de razones para buscar entender, porqué les toca a la mayoría de estas personas vivir de la manera en que sus gobernantes han decidido? Busco entender retando a quienes estemos dispuestos a ponernos en los zapatos de las personas con la dura realidad de habitar en uno de estos países. Cuando cosas tan básicas como la pasta dental, el jabón, un cartón de huevos e inclusive el papel higiénico se vuelven artículos de lujo, inalcanzables por su escasez y altísimo precio en el mercado. Cuando el salario que te pagan en un mes no cubre ni la primer semana de necesidades básicas familiares. Cuando el acceso a servicios básicos como electricidad, agua y salud ya no son parte la cotidianidad dentro de lo esencial que un ciudadano espera como garantía social a un precio accesible, sino que ahora han pasado a ser parte de la incertidumbre diaria y la calamidad generalizada para el grueso de una población que sufre y que asume dicho sufrimiento y el miedo como parte de su realidad nacional. Cuando tu credo, preferencia política, forma de pensar, preferencia sexual o idiosincrasia te puede costar la vida y la de tu familia por la intolerancia radical que te rodea y te somete con soberbia extrema. Cuando la esperanza de vida no pasa los 50 años de edad, y peor aún porque desde esta edad, si tienes la suerte de vivir, lo más probable que suceda es continuar viviendo bajo el mismo estado de miseria económica y social. EL MIEDO. Creo que todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido pesadillas, esa clase de sueños que nos despiertan de repente sudando agitadamente. Alguien te asalta, o le hace daño a alguien que amas, alguien te persigue para hacerte daño y te cuesta huir. El miedo termina en el momento en que despiertas, respiras profundo y te tranquilizas. Sabiendo que todo fue un mal sueño, te acomodas de nuevo en tu cama y sigues durmiendo. Muchos somos afortunados, porque al menos despertamos de las pesadillas. Abdullah Kurdi sufrió en carne propia una pesadilla y aun vive los recuerdos que marcaron su vida para siempre, digamos que esta pesadilla no la experimentó como muchos de nosotros -dormido- sino que fue despierto, y por ende no le queda más que superar el horrible efecto de su triste historia donde perdió a toda su familia. La familia Kurdi es de Siria, provenientes de Kobane, una pequeña ciudad en la frontera Norte con Turquía. Abdullah se casó con Rehan y juntos tuvieron 2 hijos: Ayla de 3 años y Galip de 5 años. Como pareja joven, estuvieron siempre preocupados por buscar un futuro mejor para ellos y sus dos hijos. Con un temor constante por la represión y el conflicto armado en su país -consecuencia de las disputas étnico-religiosas de esta región, y de la cruenta guerra que sufre Siria desde el gobierno Dictatorial de Bashar Al-Ásad, tras casi cincuenta años de gobernar de manera tiránica su país luego de suceder a su padre, Hafez Al-Ásad-. Abdullah y su familia huyeron hacia Turquía al igual que más de cinco millones de Sirios por consecuencia de la guerra civil en su país. Una vez radicado en Turquía junto con su familia, dadas las duras condiciones que enfrentan como refugiados y el mal trato y desprecio étnico que reciben, decide ponerse en contacto con su hermana Teema, quien reside hace ya años en Canada, con el objetivo de realizar una solicitud de asilo con apoyo privado ante las autoridades canadienses, pero dicha solicitud es rechazada por complicaciones con las solicitudes desde Turquía. Teema estaba intentando patrocinarles, incluso sus amigos y vecinos canadienses le ayudaban con fondos para depósitos bancarios, pero no pudieron conseguir sacarlos desde Turquía hacia Canada. Ella incluso les pagaba el alquiler en Turquía, pero era consiente que el trato que recibían como sirios era horrible por su condición de refugiados de guerra. Desesperado de su realidad y con el sueño aún de llegar a Canada para dar una vida digna a sus dos hijos, Abdullah decidió trasladarse hacia la cuidad costera de Bodrum junto con Remah, Ayla y Galip, con el fin de cruzar en bote el mar abierto hasta la Isla Griega de Kos, con la “ayuda” de traficantes de personas, tras el pago correspondiente por este servicio ilegal y arriesgado de transporte marítimo. LA PESADILLA DESPIERTO. Miércoles 2 de Septiembre de 2015, el día en que Abdullah decide embarcarse junto con su familia en un pequeño y frágil bote inflable, el mar estaba agitado debido a los vientos típicos de la zona. En el bote entraron unas catorce personas, casi el doble de su capacidad. Después de adentrarse unos 500 metros de la costa, y con el oleaje arreciando fuertemente, el agua comenzó a colapsar el bote. A medida que aumentaba el agua, cundía el pánico. Algunos ya horrorizados se pusieron de pie y el bote volcó. Abdullah hizo su mayor esfuerzo para agarrar a su mujer y a uno de sus hijos con sus manos. Todo su descomunal esfuerzo resultó inútil. El mundo entero se estremeció por una foto que se viralizó, donde aparecía el pequeño Aylan en la orilla de la playa, boca abajo, ahogado. El día de su muerte, provocada por el hundimiento de dos embarcaciones, otros cuatro menores también fallecieron junto a Aylan. Entre ellos su hermano Galip, y su madre Rehan. Ninguno tenía chaleco salvavidas. Doce personas perdieron la vida cuando intentaron cruzar el mar desde la localidad turca de Bodrum rumbo a la isla griega de Kos. Abdullah, esposo y padre, logró sobrevivir al naufragio. Fue encontrado medio inconsciente y llevado al hospital cerca de Bodrum. Como señaló entonces, su único deseo consistía en regresar a Kobane, su ciudad natal, para enterrar a su mujer y a sus hijos. Más de un mes después de la muerte de su familia, Abdullah, acompañado de su hemana que había volado desde Canada, era entrevistado por la prensa en la Fundación de Caridad Barzani, en Irak. Así comenzaba su nueva vida. Mientras tanto, más concienciado que nunca, Abdullah comentaba al periódico: «Quiero que se ayude a los niños de Kobane. Estoy visitando campos de refugiadops en nombre de mis hijos. He visto todos los niños que sufren. No les dejaré aquí sin hacer nada al respecto». Teema también consiguió que Canadá, la tierra soñada, les abriese las puertas a otros de sus familiares. Mohammed Kurdi (tío de Aylan y Galip), su mujer y sus cinco hijos llegaron al aeropuerto de Vancuver dispuestos a empezar de nuevo. Mohammed, barbero de profesión, empezó a trabajar en el salón de peluquería de su hermana. Hay otra fotografía que también se vitalizó, esta vez con una grata noticia en la que Muhammed sale cortando el pelo a su primer cliente canadiense, Richard Stewart -alcalde de la Cuidad donde residen ahora en Canada-. Al menos el sueño de Abdullah y su familia sirvió para que otros de sus familiares y compatriotas cumplieran ese ansiado sueño, la añoranza de una vida digna, en paz, la vida que todos merecemos, donde existe la garantía de un futuro para tus hijos. El factor común de millones de personas que habitan en estos convulsos e inestables países es la Desesperanza, historias tan trágicas como la de Abdullah se viven a diario en el mundo, particularmente en naciones donde la desesperanza domina la cotidianidad de las personas, y muchos otros que tenemos la Bendición de no experimentar estas realidades ignoramos o nos hacemos de la vista gorda ante esta Desesperanza que viven muchos. Es hora de hacer lo que esté a nuestro alcance por ayudar, por opinar, por hablar, por denunciar, por proponer un cambio a esta realidad que golpea a millones de personas.
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